La historia de la sidra en nuestra tierra tiene un profundo arraigue. A lo largo de los años han sido muchas las ordenanzas y las leyes que han conformado una rica legislación sobre el manzano y su fruto, así como sobre la sidra; poniendo de relieve la importancia que este producto ha tenido siempre en nuestro país.

Las leyes forales vascas buscaron proteger los manzanales de la incursión de los animales que causaban destrozos y multar los robos de manzanas. Una de las primeras normas escritas que se conocen sobre la defensa de los manzanos data de 1189 en Lapurdi y fue dictada por Ricardo Corazón de León. Pero la primera ley escrita especificando un castigo la encontramos en Baiona y multa a los propietarios de vacas y bueyes que entrasen en un manzanal con una pena de ‘60 sous’ por cabeza. Como curiosidad, la recaudación se repartía a partes iguales entre el denunciante y el ayuntamiento.

En el año 1457 las ordenanzas de Gipuzkoa recogen un castigo de muerte al que cortase o destrozase un mínimo de 5 árboles manzanos no silvestres en periodo de fruta, misma pena que se imponía en Bizkaia a la tala de estos árboles. Un siglo después nos encontramos una normativa en Hernani que perseguía a los propietarios de las cabras que se adentraran de día en los manzanales con una multa de 24 maravedies por cabra y 12 por cabrita. Si la incursión había sido noctura el importe se duplicaba.

Pero lo cierto es que la normativa no sólo recogía castigos para aquellos que produjeran destrozos en la plantación de manzanos sino que también nos encontramos obligaciones para la producción: Así, el fuero de Gipuzkoa impone que la plantación de manzanos deberá realizarse respetando una distancia de 5,8m. entre árbol y árbol, medida que se conocía como ‘sagar-lur'.

El producto final, la sidra, también fue sometida a una legislación proteccionista: Los fueros vascos prohibían la entrada de sidra de otros municipios tanto en cuanto no se hubiera consumido el propio, aunque sí se permitía vender manzana o sidra fuera del municipio.